Y entonces vio la luz.
La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.
Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.
Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura.
José Luis Martín Descalzo (El testamento del pájaro solitario)
“No te acerques; quítate las sandalias porque el lugar que pisas es sagrado”.
Como zarza que no se consume, ardiendo intensa delante mío, se abre tu historia con toda su crudeza, doliendo, tu mirada casi vacía. Vos mirando de una forma que no puedo borrar, incluso ahora que van pasando los días. Mirada desolada, mirada abatida.
Yo te miro nomás, no sé que "hacer", si debiera hacer algo... si sólo pudiera. Te miro a los ojos lo más cariñosamente que me sale, y te escucho. Dejo que desahogues tu tristeza, aunque no pueda acercarme de otra forma.
Me quedo atenta y a a la vez a distancia. La escucha me provoca abrazarte, aunque son muchas más las veces que no lo hago. Te veo tan frágil, tan herida, tan desarmada... más vulnerable de lo que pensaba.
Quiero decirte tantas cosas, y no me animo a decirte nada, no sé en verdad qué decir. Me invitás a ese espacio tuyo, de tu historia, de tus heridas abiertas, de tu intimidad más profunda y siento que debo despojarme de todo lo mío para entrar ahí. Mis ganas de "hacer algo", mi necesidad de ser "útil", han de quedar fuera.
¿Quién soy para que me abras tu corazón? Sólo soy una persona que se sabe frágil y por eso mismo puede "abrazar" la fragilidad ajena.
Quiero descalzarme de todas mis respuestas, de mis palabras, de mi necesidad de hacer algo oportuno. Quiero descalzarme y entrar en el lugar al que me invitás con toda la delicadeza que yo pueda.
Todo lo que es importante te marca un poco, y a veces... te hiere.
La compasión me enredará la vida, lo sé…
si va más allá de un puro sentimiento momentáneo;
si me lleva a pensar, a sentir, a cambiar, a buscar, a amar…
sospecho que me llevará a vivir inquieta.
Pero, ¿querría quedarme sentada,
refugiarme en la ignorancia, aferrarme a la seguridad?
Complicame la vida, Señor, con la vida de mis hermanos
y hermanas.
Porque sé que la palabra compartida,
el trabajo en común, la lucha por otros y con otros,
el gesto de ternura, la búsqueda de lo que es bueno para todos,
la mano tendida para dar y recibir,
todo esto hace que en mi interior germine la vida,
tu evangelio y una luz que hace el mundo
(y también mi mundo), un lugar mejor y más delicado…