Una de las representaciones dominicanas más tradicionales es la de santo Domingo acompañado de un perro, normalmente blanco y negro, que lleva una antorcha de fuego en la boca con la que prende fuego a una bola del mundo. El sentido del uso de esta imagen es profundo y muy cercano a l@s dominic@s.
Su origen está en un sueño que tuvo la madre de Domingo, la beata Juana de Aza, según el cual, estando embarazada de Nuestro Padre Santo Domingo, soñó con esa representación.
En la Orden de Predicadores (nuestra O.P), ya desde muy antiguo, se interpretó como una premonición de lo que su hijo, y l@s hij@s espirituales de su hijo, serían: portadores del fuego de la Palabra de Dios, domini-canes, canes del Señor, que con su boca prenderían el fuego de la fe a en este mundo.
