miércoles, 22 de diciembre de 2010

Versión de Dios


En la oquedad de nuestro barro breve el mar sin nombre de Su luz no cabe.Ninguna lengua a Su Verdad se atreve. Nadie lo ha visto a Dios. Nadie lo sabe.Mayor que todo dios, nuestra sed busca, se hace menor que el libro y la utopía, y, cuando el Templo en su esplendor Lo ofusca, rompe, infantil, del vientre de María.El Unigénito venido a menos traspone la distancia en un vagido; calla la Gloria y el Amor explana;Sus manos y Sus pies de tierra llenos, rostro de carne y sol del Escondido, ¡versión de Dios en pequeñez humana!
Pedro Casaldáliga


CREO...
¡Creo!Salto de júbilo,porque Tú solo llenaseste gratuito hueco de existencia.Tú solo tienesla palabra que en silencio me convence.Tú solo llegascuando todo, todo, todoya se ha ido.¡Creo!Creo y me entrego,me hundo,vuelo,y me quedo sin aire,sin vida,sin mí mismo dentro.Y esto es la fe.Y lo demássilencio.
Víctor Manuel Arbeloa.



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lunes, 20 de diciembre de 2010

Mensaje de Navidad 2010 / MO Fray Bruno Cadoré OP

Con el Adviento se abre una vez más para la Orden de Predicadores el tiempo bendito de la esperanza de la Encarnación. Tiempo bendito porque el misterio de la venida de nuestro Dios en medio de los hombres, Uno para la salvación de todos, constituye el corazón mismo de la misión de la Orden. Jóvenes y ancianos, en el norte o en el sur, frailes o hermanas, laicos o clérigos, un día todos nosotros hemos sido alcanzados por esta noticia deslumbrante al punto de entregar nuestra vida para poder anunciarla al mundo: Dios viene a nuestro mundo y, por este diálogo con el mundo y sus culturas, Él viene a inaugurar el tiempo de la nueva creación. Esta esperanza de la Encarnación es a la vez el horizonte de nuestra fraternidad apostólica y su fundamento más firme.

Esta noticia de la venida de Dios, anunciada un día en medio de las tinieblas, tiene el poder de despertar a los pastores y de movilizar a una multitud de gente sencilla que de prisa acuden al albergue. Esta misma noticia intriga a los sabios al punto de hacerlos recorrer caminos poco frecuentados e inquieta a los poderosos, desconcertados por la resistencia que la ternura y el amor oponen a las vanas pretensiones del poder. Dios en medio de los hombres, y de repente aquellos que se consideraban postergados se ven invitados a ocupar el primer lugar en el cumplimiento de las promesas, los fatigados de la vida se ponen de pie, los agobiados por la culpa y el pecado estrechan la mano que los levanta. Dios mismo viene a dialogar con su pueblo y el mundo es visitado por “el delicado silencio de una brisa ligera” que inaugura el tiempo de la esperanza de la nueva creación: cada uno puede atreverse a nacer de nuevo, el mundo puede ser renovado. Desde hoy mismo es posible construir un futuro de justicia y de paz en la medida en que more en nosotros la esperanza de que es Dios quien, a través de manos humanas, está obrando para modelar una creación nueva. Esta noticia extraordinaria del diálogo de Dios con su pueblo, con cada uno de nosotros y con todos, nos ha puesto en marcha y por ella y para ella deseamos vivir. ¿No es acaso esta misma buena noticia la que aun hoy debe mantenernos en vela?

Nuestra Orden está al servicio de la venida de Dios y del diálogo que a partir de ella se ha iniciado. Para esto santo Domingo eligió el camino de la predicación apostólica. Era lo que animaba también a Pedro de Córdoba y a sus compañeros cuando, a través del sermón de Montesinos, recordaban las exigencias de una alianza fundada en una común dignidad. Queremos discernir los signos de esta venida de Dios tanto en el diálogo con las culturas tradicionales como con las culturas modernas de la técnica y de la ciencia. Deseamos estar atentos a su presencia acercándonos a los nuevos mundos de las artes y de la comunicación digital. Donde quiera que sea, queremos estar cerca de nuestros contemporáneos para escuchar junto a ellos y con ellos los pasos del Dios que viene, discernir con ellos los signos de esperanza de un mundo nuevo que está por nacer.

La Orden está también al servicio de este diálogo de Dios con los hombres cuando, a través de la vida fraterna, invita a los hermanos a ser testigos unos con otros de este diálogo de Dios con cada uno de nosotros, más allá de nuestras debilidades, a pesar de las insuficiencias de nuestras vidas y aun a partir de ellas. Ciertamente la predicación de la Orden es comunitaria puesto que todos juntos deseamos mantenernos vigilantes para discernir en el mundo y en las culturas humanas los signos de la venida de Dios, suscitando ese dialogo a través del cual Él hace nuevas todas las cosas. Pero es también comunitaria, “santa predicación”, porque los hermanos, en la aventura de la vida fraterna, se atreven a ser mutuamente testigos unos para otros de esta venida de Dios junto a ellos y de la promesa de un nuevo nacimiento. Nosotros queremos ser testigos de la esperanza de esta venida de Dios acogiéndola en nuestras vidas y ofreciéndola al mundo como promesa de un nuevo nacimiento.

Que este tiempo de Adviento y la celebración de la Navidad sean para todos vosotros un tiempo de experimentar la alegría que esta esperanza nos da.


Fray Bruno Cadoré op
Maestro de la Orden




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jueves, 9 de diciembre de 2010

Adviento...

El Adviento tiene su propio ritmo, su propia historia, su propio encanto. Es el tiempo de prepararse. Es tiempo de anticipar, con ilusión, algo bueno…Es el tiempo del deseo, de las expectativas, de las promesas que te llenan de expectativas. Quizás estas próximas semanas puedo vivir este tiempo con toda la hondura que me ofrece.

1. Un tiempo para ilusionarse

“Levantense, alcen la cabeza. Se acerca la liberación” (Lc 21,28)



Qué bueno es tener motivos para esperar. No pasa nada si nos falta algo, si hay heridas... En realidad hay etapas en las que lo importante es escuchar la promesa de algo bueno.Y creerla, si quien promete es alguien en quien se puede confiar (Dios lo es).Llegará la sanación para las heridas. Llegará la luz para disipar las sombras. Llegará la paz a las personas. Llegará el amor a poblar las soledades. Llegará la palabra a tender puentes. Llegará el descanso, compartido. Llegarán nuevas ideas, nuevas canciones, nuevos proyectos. Llegará Jesús.


¿Qué me ilusiona hoy? ¿Qué espero, anhelo, deseo en este momento de mi vida?


LA ESPERA


Mi amor vendrá
y abrirá de repente sus brazos
para estrecharme en ellos,

comprenderá mis miedos,

observará mis cambios.


2. Una promesa de amor


“No temas, que yo te he elegido. Te he llamado por tu nombre y eres mío. Si pasas por las aguas estoy con vos, si por los ríos, no te anegarán…” (Is 43)



El Adviento es el tiempo en que Dios nos promete que su amor no descansa. Por cada uno de nosotros.Que salvará distancias infinitas. Que se hará pequeño para encontrarnos. Que vendrá a nuestras vidas. Que creerá en cada uno de nosotros, conociendo nuestra verdad profunda. Y que nos saldrá al encuentro en caminos inesperados. Y esa promesa vale un mundo.


¿Qué despierta en mí esa palabra de amor de Dios? ¿Creo de verdad que Dios me quiere, como soy?


AMOR

Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.
...aspiro a estar contigo en paz

Antonio Gamoneda





Publicado por Pastoral SJ

domingo, 5 de diciembre de 2010

Felicidad...


Elegir Hoy
Cuando andamos con el deseo de que las cosas de Dios sean algo importante en nuestra vida, la pregunta surge inevitablemente: ¿Qué querrá Dios de mí?

Y esto pasa cuando alguna vez nos planteamos qué hacer en la vida, pero también cuando ésta nos lleva a encrucijadas en las que toca elegir.Pensar que Dios tiene un sueño para mí es algo que ilusiona. La ilusión viene porque si Dios tiene un sueño para mí sólo puede ser un sueño de felicidad, y es que cuando hemos sentido a Dios cerca en nuestras vidas la felicidad que lo acompaña es de una hondura que nos sobrecoge.El reto es cómo ir descubriendo, discerniendo a qué soy llamado. Dios no acostumbra a mandarnos un sms ni ángeles mensajeros. Pero es un camino que vos y Él recorrerán juntos, en el que si confiás, sabes que todo irá bien.


Podemos mirar nuestra vida con otros ojos, con una sensibilidad nueva que atraviese la superficialidad en la que se nos empuja a vivir. Y así, en nuestros encuentros cotidianos, en nuestros enojos y alegrías, en la injusticia que palpamos, en la rutina de nuestro trabajo o en nuestros éxitos y frustraciones iremos descubriendo una Presencia callada que nos llama, que nos invita a salir de nosotros mismos, a darnos, a anunciar que el Señor está vivo porque la muerte no tiene la última palabra, y que tiene algo que decirnos.


Para mirar de esa manera tenemos que aprender de los ojos de Jesús. Esos ratos de silencio, solos vos y Él, durante los que la relación, casi sin darnos cuenta, va creciendo y el cariño fluye. En los que pasaremos momentos de muchas emociones, cuando toda nuestra persona vibra; y otros muy secos, que nos cuestionan, nos aburren y en los que nos jugamos la fidelidad de la amistad. Además, tenemos la suerte de andar este camino en comunidad, con otros hermanos y hermanas, que nos ayudan a que los miedos no nos venzan, en los que vemos testigos del paso del Señor y que nos animan a seguir buscando y encontrando la voluntad de Dios.
(Javi Montes, SJ)