Este es quizá el mensaje de Domingo para nuestro propio tiempo, el don de la predicación para nuestro siglo, entenderlo tal como es, aún a través de sus gritos inarticulados, amarlo como se debería, a pesar de todo y a pesar nuestro, porque Dios desea que todos los hombres alcancen «el conocimiento de la verdad» debemos también recordar que el Padre de los Predicadores, que oró tanto, hablaba poco.
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