de obediencia, castidad y pobreza,
las hermanas hacemos una total consagración
de nosotras mismas a Dios,
para vivir con más plenitud la del Bautismo,
dedicándonos más íntimamente a su servicio
y a la búsqueda de su gloria.
Esta consagración, nos lleva también a imitar
mejor la forma de vida que escogió el Hijo de Dios
cuando vino a redimirnos y que
propuso a los discípulos que quieran seguirle
más de cerca.
Somos así un testimonio de que los bienes celestiales
se hallan presentes ya en este mundo,
poniendo de manifiesto, de una manera peculiar
ante los hombres, la elevación del reino de Dios
sobre todas las cosas terrenas.
Liberadas de todo lo que pueda poner
límites a nuestra entrega nos hacemos más aptas
para realizar una labor más fecunda
en la Iglesia y en el mundo.
Constituciones de la Congregación de las
Hermanas Dominicas del Santo Rosario Cap 1, Art II Nº 19
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